José Luis Curbelo, Presidente de COFIDES.

Madrid, 26 de octubre de 2019.

Un mensaje común de los tres galardonados este año con el Premio Nobel de Economía (Banerjee, Duflo y Kremer) es que la efectividad de las políticas de desarrollo y de lucha contra la pobreza en los países emergentes (aunque sus conclusiones pudieran extrapolarse a los países avanzados) no depende de la cantidad absoluta de recursos invertidos (transferidos), sino del diseño de las intervenciones y los incentivos explícitos e implícitos en las mismas, la identificación ordenada de los impactos que se pretenden conseguir -y de aquellos no deseables-, la medición correcta de ambos y, finalmente, la evaluación permanente de los mismos en relación a lo deseable, ajustando, si fuera necesario, las intervenciones.

Lo anterior es si cabe mas relevante si -para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos en el año 2015 como Agenda 2030 por la comunidad internacional- se constata que los recursos públicos de ayuda al desarrollo y lucha contra el cambio climático y sus efectos resultan insuficientes para responder a los amplios desafíos globales de la sociedad, haciéndose imprescindible implicar en el reto al sector privado y a la sociedad civil.

Surge así lo que se ha venido en llamar "inversión de impacto". Es decir, aquella que buscando alcanzar uno o varios ODS moviliza (crowding-in), complementariamente a los recursos públicos y a financiación privada y de la filantropía. Es, pues, una inversión que se caracteriza por su doble objetivo de lograr un impacto medible sobre alguno de los objetivos perseguidos y un retorno financiero congruente con las aspiraciones y tolerancia al riesgo de cada uno de los promotores de los proyectos. En este contexto, son esenciales la definición sincera (realista) de los objetivos que se pretenden alcanzar con los proyectos, la medición de los impactos, y su evaluación en relación a los objetivos identificados para, si fuera el caso, subsanar errores y rediseñar posibles estrategias para proyectos futuros.

Siguiendo las buenas prácticas de otras instituciones europeas homólogas que forman parte de la asociación de European Development Finance Institutions (EDFI), Cofides fue pionera (en nuestro país) en 2006 en la puesta en marcha de un sistema de medición de impacto que dotaba a sus inversiones de un rating de impacto socio-ambiental complementario al de riesgo financiero.

Desde entonces, la conciencia al respecto del impacto se ha generalizado y es parte del discurso colectivo acerca de las políticas de desarrollo. De hecho, a nivel global y en gran parte debido al escrutinio necesario para promover el cumplimiento de los ODS, actualmente coexisten múltiples sistemas de medición de impacto, sin que exista un estándar aceptablemente armonizado. Avanzar en la armonización es necesario para: (1) movilizar e informar las decisiones de los inversores de impacto (públicos y privados y filantrópicos) en el desarrollo de los países, la mejora de las condiciones de vida de sus poblaciones vulnerables, y la lucha contra el cambio climático y sus efectos; (2) evaluar la eficacia y eficiencia de los resultados, al tiempo que se hace posible el seguimiento dinámico de las intervenciones, incrementando las probabilidades de éxito; y (3) compilar y comparar los datos.

El reto a futuro es enorme y va más allá de los actores de la financiación del desarrollo. En este sentido, hay que apreciar los importantes esfuerzos de armonización que se están llevando a cabo por la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés) del Grupo Banco Mundial -IFC´s Operating Principles for Impact Management- y la propia EDFI -mediante su EDFI´s Harmonization Agenda-. En última instancia, tal y como afirmó Lord Kelvin (1824-1907), "Lo que no está definido no puede ser medido. Lo que no se puede medir no se puede mejorar. Y lo que no se mejora siempre se degrada".

Cofides ha celebrado recientemente la Semana de la Sostenibilidad, en la que representantes de las principales instituciones financieras multilaterales y bilaterales han compartido ideas y propuestas sobre el impacto en el desarrollo, la sostenibilidad y el gobierno corporativo. El equipo de Cofides compartió y analizó experiencias con colegas de HIPSO -una iniciativa del Grupo Banco Mundial que responde a las siglas en inglés de Indicadores armonizados de impacto de operaciones con el sector privado- y de EDFI en torno al cumplimiento de los ODS y las fórmulas para medir el impacto en desarrollo. También se reflexionó acerca de posibles indicadores de biodiversidad, género, o clima; o sobre cómo favorecer y medir la inclusión, teniendo en cuenta a colectivos vulnerables como la juventud o a las poblaciones rurales.

Dado que la comunidad dedicada a la evaluación de impacto es diversa -lo que resulta saludable-, el principal desafío que se encuentra está relacionado con la mejora de la gobernanza del modelo actual. Es necesario aunar exigencias, favorecer la transparencia de la información, y compartir las mejores prácticas.

Con sus altos niveles de autoexigencia en áreas como el impacto en el desarrollo, la sostenibilidad y la gobernanza empresarial, las instituciones financieras de desarrollo están allanando el camino para que el sector privado y la sociedad civil, en coherencia con la Agenda 2030, se conviertan en contribuyentes clave para el crecimiento sostenible e inclusivo de las economías emergentes. Es por ello esencial que los impactos de las inversiones sean medidos, publicados y conocidos por los diversos grupos de interés.

Cofides y su equipo humano están plenamente comprometidos con la Agenda 2030 y con las diversas iniciativas de medición de impacto. En este sentido, (1) la empresa está adaptando sus procedimientos internos a los estándares establecidos y por primera vez los sistemas de seguimiento estarán abiertos a una auditoría externa; y (2) todo el personal de Cofides está vinculando una parte de su retribución variable a la consecución de objetivos concretos y medibles en materia de sostenibilidad e impacto.

* Artículo de opinión publicado originalmente en el diario El Economista, el 26 de octubre de 2019.